LA RABIA Y EL AMOR PROPIO
Hay muchas maneras de experimentar la rabia,( Aunque en el fondo tenga la misma raíz ). La rabia por no aprobar, la rabia por no decir a tiempo lo que pensamos, la que nos nace de golpe al darnos en el dedo con el martillo en vez de al clavo, la que nos recorre el cuerpo al llegar tarde a una cita importante por habernos dormido....Pero quizás de todas ellas, de la que podemos sacar más partido, la que al gestionarla nos da mejores resultados terapéuticos es aquella que nos invade cuando no nos sentimos valorados por alguien en quien confiábamos y que creíamos (equivocadamente) que tenía en cuenta nuestra opinión y nuestro trabajo.
Dejando atrás el ego, está nuestro amor propio, ese motor que nos hace seguir adelante y que intenta (no siempre con los mejores resultados) que nos superemos día a día. El amor propio, tal y como su nombre indica es propio, personal e instranferible, es el que hace que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos por un trabajo hecho con esfuerzo y del que no nos importa que el mundo se entere, nos basta con saber y sentir en nuestro interior que lo hemos hecho bien, que nos hemos esforzado en conseguir un objetivo, y que lo hemos logrado.
No confundir tampoco la valoración con el reconocimiento, el amor propio no espera que nadie le de una palmadita en la espalda, ni mucho menos, pero si que espera que las personas que te rodean te traten de igual a igual, ni más ni menos, nos lo hemos ganado, hemos superado y gestionado obstáculos para aburrir, para dar y para regalar, nos hemos hecho a nosotros mismos con un esfuerzo a base de sueño y de trabajo personal, el amor propio nos hace decir cuando nos miramos al espejo ¡¡Tu vales mucho!!, nos da la fuerza para seguir adelante en los momentos menos optimistas y en las situaciones más caóticas, por eso lo tenemos que mimar sin miramientos, por eso lo tenemos que mantener a salvo de cualquier ofensiva de descrédito, pero cuando llega alguien en quién confiabas, alguien que pensabas que te trataba de igual a igual, y hiere ese amor que sientes por ti mismo de la manera más terrible de todas, con esa antiemoción que es la indiferencia, el mundo se te viene abajo, y ese amor por ti mismo se va haciendo cada vez y por segundos más y más pequeño. Es entonces cuando la rabia se apodera de ti, cuando no sabes lo que has hecho mal para que no se te valore como todos merecemos, cuando te duele en lo más profundo del alma, cuando nos lleva al límite de la impotencia.
Y es cuando debemos tomar una de las decisiones más importante para sanar nuestro maltrecho amor propio y salvarlo de esa situación, sólo hay dos opciones: llorar hasta que nos duela la cabeza mientras nos compadecemos de nosotros mismos o aprovechar la energía de ese motor al que llamamos amor propio para gestionar la tristeza que ha quedado al descubierto al no sentirnos valorados por nuestros más allegados. Ese motor que nos hace ser un poquito mejores instante por instante, ese motor que nos puede transportar al mundo de las ideas mágicas y espontáneas, ese motor que nos dice al encenderse que la única valoración que importa es la que sentimos en nuestro interior y que es capaz de ponerle una tirita de perdón a nuestro corazón para que la trsiteza se convierta en alegría.
Yo elijo la segunda, y tú?
Mo